«Comunico…luego existo». Comunicación estratégica
En una viñeta humorística aparece un hombre con aspecto intelectual que le comenta solamente a otro, con una imagen un tanto «distraída»:
«La comunicación lo es todo.»
Y el otro le responde:
«¿Qué?»
Cuanta esencia de la comunicación se esconde en este juego de palabras.
En los orígenes de la Comunicación Estratégica, alguien utilizó por primera vez aquello de «Es imposible no comunicar» y todos lo aplaudimos. Y lo utilizamos hasta la saciedad. Y nos quedamos tan satisfechos, que no nos movimos de ahí. Una vez sabemos todos que estamos constantemente comunicando, ¿no sería razonable reflexionar sobre cómo comunicamos y qué comunicamos? Es más, ¿no deberíamos incluso preguntarnos si comunicamos lo que creemos comunicar, cuando estamos comunicando?
No existe la menor duda de que nos estamos adentrando en un terreno apasionante. Pero un terreno, al fin y al cabo, que, muchas veces, está influido por factores que acaban distorsionando nuestra comunicación.
Probablemente, el primero de estos factores lo encontraremos en el hecho de que estamos condicionados por el pensamiento vertical. Estamos acostumbrados a ver lo que se supone que hemos de ver. A decir lo que se supone que debemos decir. Y ahí empieza a peligrar el invento.
La comunicación va fuertemente ligada a conceptos como la creatividad. Y esta, a su vez, está íntimamente relacionada con la receptividad hacia la vida y lo que ella nos ofrece. La creatividad no puede ser limitada y, por lo tanto, cualquier cosa con límites no puede ser creativa. Esforzarse por ser original es contraproducente. La originalidad brota del extremo opuesto del esfuerzo. Simplemente, hemos de seguir el estilo basado en la naturalidad, en «ser tal como somos» y la originalidad resultará, y nuestra comunicación será más efectiva.
No me negarán que hasta aquí «suena bonito». Pero ¡cuidado! El camino está lleno de trampas. Todos los manuales de comunicación nos cuentan, con toda la razón del mundo, que para ser eficaces debemos conocer toda la información posible acerca de nuestros interlocutores. Ello nos hará fuertes, seguros y podremos orientar adecuadamente la forma: EL CÓMO, y el fondo: EL QUÉ, en nuestros procesos de comunicación.
Pero, una vez más, hemos perdido algo por el camino. Resulta indispensable conocer al «otro». Pero, ¿estamos seguros de conocernos a nosotros mismos? Porque ahí reside el primer eslabón de una buena Comunicación Estratégica. Y este conocimiento personal se sustenta, al igual que un gran edificio, mediante gruesas y sólidas columnas, pero también mediante estratégicas vigas, adecuadamente ubicadas.
Nos referimos a que, en este proceso de comunicación interna, cabe desde nuestro tono de voz y nuestra gestualidad, a la capacidad de vencer el miedo escénico, pasando por los intricados caminos de la empatía y de la asertividad. Dos conceptos que, como las brujas en Galicia, sabemos que «de haberlos haylos» pero…son, nada más y nada menos, que dos pasaportes directos al éxito en nuestros procesos de comunicación.
No puedo, por ello, dejar de incluir un par de definiciones de la empatía como: «La capacidad de ponerse en el lugar del otro, comprenderlo y respetarlo, aunque no estemos de acuerdo con su comportamiento u opinión».
Y de la asertividad: «La habilidad de expresar nuestros deseos de una manera amable, franca, abierta, directa y adecuada, logrando decir lo que queremos sin atentar contra los demás. Negociando con ellos su cumplimiento». Casi nada…
Algo que nos permite «saber pedir, saber negar, negociar y ser flexible para poder conseguir lo que se quiere, respetando los derechos del otro y expresando nuestros sentimientos de forma clara», no puede tratarse como un concepto banal. Como una más de las informaciones a transmitir en un proceso de formación.
Tal y como pregonamos en nuestras formaciones, deberíamos atender a transmitir menos información, y convertir ésta en beneficios para nuestras audiencias. Y a muchos de estos beneficios se llega a través de la reflexión, del conocimiento personal y de los medios para conocer a nuestros interlocutores y activar todos los mecanismos adecuados para optimizar nuestra comunicación.
Una comunicación que no solo posibilita el crecimiento personal y la consecución de muchos de los objetivos que nos vamos marcando. Esta comunicación, basada en los principios descritos, permite a las empresas: grandes, pequeñas y medianas, unos resultados inimaginables.
Una adecuada comunicación interna puede llegar a sumar tanto y de una forma tan inmediata a una cuenta de resultados de una empresa, que parece increíble que en estos tiempos que corren, no se le preste la atención necesaria.
Y no hablamos de incidir en el «buen rollo» entre empleados y dirección. Que lo posibilita. Ni de armonías entre compañeros y departamentos. Que lo permite. Estamos hablando de CUENTAS DE RESULTADOS. La mala comunicación interna o la inexistencia de la misma viene a suponer unas tremendas vías de agua en muchos barcos que, ya de por sí, navegan, en estas aguas revueltas, con enorme dificultad.
Una vez más volvemos al principio. El conocimiento personal, del grupo y de la empresa, permite abrir la puerta para una correcta detección de necesidades. A partir de ahí y solo a partir de ahí, los planes y las estrategias de comunicación serán las adecuadas.
Por Xavier Obón Benavent, Consulting partner en LLO. Consultor especializado en comunicación, gestión del cambio y conducción de equipos. Profesor en Galicia Business School.